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"Uniendo al mundo a través del rock".

miércoles, 4 de febrero de 2015

El rock ha muerto. ¡Qué viva por siempre el rock!.


Esta ocasión tengo la oportunidad de dirigirme a ustedes con una personal y sencilla opinión sobre uno de los muchos prismas que tiene el rock. En la dinámica de amante, promotora, locutora y productora de programas de rock por internet, me complace colaborar con este espacio y en la medida de lo posible, ayudar en la difusión en esta ciudad, “Capital del rock y la cultura.”

Coincidencia o no, estos días he escuchado conversaciones donde afirman que el rock es historia. Que ya no hay lugar para él, pues ha perecido en los playlists de la gente que ya supera los 40 años de edad o se encuentra al límite de estos. Inclusive alguna vez leí del propio Gordon Summer, en el 2006, acerca de su desafiante afirmación sobre la extinción del pop y la agonía del rock, lo cual confieso me perturbó.

Si bien es cierto que el rock en gran medida ha perdido su actitud original de rebeldía y contraposición a lo establecido, convirtiéndose en refrito, en sonsonetes con un claro sentido de actitud meramente comercial (por vender) con versos de métrica extraña, dejando mucho que desear con las letras; también es innegable que las grandes bandas de rock siguen vigentes. Los dinosaurios del rock, los abuelitos que aún danzan en los escenarios y a los cuáles muchos jovencitos, "rockeros", les conocen solamente porque sus canciones suenan en remixes de actuales dj´s o por haber encontrado algún viejo material de sus padres, tíos o hermanos.

Pero, ¿qué hay de llevar el rock en el tuétano?. ¿De los rockeros de corazón?. ¡Ese extraordinario impuslo vital acompañado de la piel chinita! ¡Claro, el riff de un guitarrazo! ¡El pantalón entallado de cuero, los jeans rotos y desgastados, el look glam o metalero!. Sin espantarnos, no es necesario vestir así para gustar del rock, porque lo llevas tatuado en la piel o el alma, para los que creen en ella. Es una verdad filosófica, estilo de vida, jamás moda. A menos claro, que te encuentres en etapa de adolescente (que todos pasamos) donde pretendes reconocer tu identidad, para después darte cuenta que te gusta la banda de viento.

No hay que confundirse, lo que STING (Gordon Summer) dijo aquél día, se refiere más que otra cosa a la búsqueda de cosas nuevas, escudriñar y escarbar en el pasado. Así que su comentario es entendible, desde mi punto de vista, dado que el señor lanzó material inspirado en música renacentista. Lejos quedó del “Do do do da da da” que tan buena letra contiene (chiste aparte).

Es importante reconocer, pues, la evolución, y nuevos contextos en los cuáles se manifiesta hoy en día: económica, política, cultural y socialmente hablando. Y no necesariamente de acercar a la población blanca al rock and roll de Little Richard, desatarse en excesos con la psicodelia de los 60´s, retomar sonidos estridentes sin controlar como en el punk de los setentas, usar el hard rock, el hardcore o mezclar metal y punk tan característico de los 90`s y sí, a la vez sí. Permitanme esta pequeña contradicción, porque las fusiones hacen mucho más rico al rock, en cualquier postura, punto de vista o situación. Sin caer en atrocidades (cumbia rock), cada expresión es digna de ser tomada en cuenta, dando un lugar a esta y permitiendo que esa forma de tocar rock, en cualquiera de sus variantes, brinde esa capacidad y derecho de expresar nuestra forma de pensar, sentir y actuar de una sola voz, igual que un grito de guerra que retumba desde lo más profundo del ser de chicos y no tan chicos que compartimos sueños, ideales, pensamientos o simplemente tenemos algo que decir.

¿Cómo afirmar que el rock está muerto, cuando se encuentra directamente asociado con nuestros anhelos profundamente anidados en nuestra mente crítica y consciente de las problemáticas actuales, que nos carcomen, corrompen y afectan de forma integral? Asentar dicha afirmación, es aberrante; análogamente podemos comparar la acción de pensarle muerto con suponer que somos meros entes errantes en un mundo sin ton ni son, conducidos por caminos oscuros de la mano de un verdugo que se complace en vernos abrumadoramente vencidos. Donde expresarnos carece de significado, por tanto, inútil.

Lejos de pretender dar una lección moral sobre lo que es correcto o no, es nuestra intención compartir nuestra postura sobre el rock, que desde sus inicios cumple un propósito fundamental: el enfrentarse al sistema mismo. Al redimir a las masas que al unisono vitorean a sus bandas favoritas, no como Mesías, sino como cánones de pensamiento libre (lo único infinitamente libre) y como tal, digno de ser respetado. Entonces, quizá la próxima vez que alguien asegure que el rock está muerto, es posible que tengamos un indicio de como argumentar lo contrario y ¿por qué no?, conducirlos por el camino del rock.












domingo, 1 de febrero de 2015

2015, seguimos juntos.

No sé si a ustedes les llega a pasar que cuando observan su vida en retrospectiva, independientemente de los sucesos importantes o los kilómetros acumulados, la música, sin lugar a dudas les remite a recordar o pensar en periodos que marcaron decididamente para bien o para mal sus caminos. Supongo que es así, porque las melodías son como el soundtrack del diario acontecer en nuestras cortas existencias; cuentan las historias de amor, de traición, de intriga, suspenso e incluso de terror. Nos llevan de la mano al recuento de las ficciones que para nosotros, en el ahora, son la realidad. No es que me refiera a que una rolita en sí, sea capaz de interferir en la rutina diaria o en los rituales, de tenerlos (prefiero lo segundo).

Sin embargo, considero que sin la música, difícilmente podríamos soportar siquiera un poco esto que llamamos vivir. Ahí voy de nuevo, disculpen ustedes, no mal entiendan, no es como el aire que respiramos automáticamente, pero en automático te levantas con una canción, es lo primero que escuchas por las mañanas, muy temprano. Te duchas, ahí está el playlist que suena todos los días en el preciso momento en que el jabón y el estropajo te quitan la inmundicia y uno que otro germen del cuerpo. Después, cuando corriendo sales rumbo al trabajo, que en teoría debería ser algo así como un deleite (para mí lo es), conduces mientras el fondo musical acompaña a pensamientos sobre como trabajar menos ganando más, aquél reporte que no concluiste porque te fuiste desde la tarde del viernes de fiesta, aprovechando el puente, la quincena y el pretexto del súper bowl, qué vas a preparar de comer y si hay solución para que entres en el pantalón que dejaste botado sobre tu cama (supongo que esto aplica en las mujeres).

Pero la cuestión interesante de toda esta palabrería radica en que sin la música se pierde ese ritmo, dejas de ser poesía, vas restando significados (por eso de la plurisignificación poética), los versos escasean y la métrica se vuelve complicada, tediosa, tristemente monótona. Dejas de sumegirte en ese mundo aparte y solamente tuyo que la combinación de sonidos en una secuencia temporal te da.

Entonces, ¿si no hay mp3, reproductores o playlists, pereceremos de aburrimiento?. La música se lleva desde el nacimiento, cuando lloras a cielo abierto por primera vez, en el ritmo del latido del corazón, cuando caminas y te balanceas al compás de pensamientos, anhelos e incluso miedos. Esos acordes hacen y rehacen tu persona una y otra vez, te da fuerza o la arrebata, te proyecta a cumplir los más grandes sueños, a encontrar un lugar en el mundo en donde solamente cabes tú.

La música, el el mejor taller de experimentación y catarsis que pueda existir, gracias por compartir ese concepto y un gran sueño con nombre desde el 2012, a través de Michoacán Rock Radio

 Queen Elizabeth.

"Dios nos crea, el rock nos junta".

"Dios nos crea, el rock nos junta".